EEUU: Huelga de hambre en Pelican Bay. Violencia institucional vs. Voluntad de resistencia

Desde hace dos semanas centenares de presos en la cárcel de alta seguridad de Pelican Bay se encuentran en huelga de hambre en protesta contra el régimen de aislamiento y las condiciones de reclusión. (ARTICULO COMPLETO EN ARCHIVO PDF ADJUNTO)

KAOS EN LA RED -ONDA EXPANSIVA.- Desde hace cerca de dos semanas centenares de presos en la cárcel de alta seguridad de Pelican Bay (California) se encuentran en huelga de hambre en protesta contra el régimen de aislamiento y las condiciones de reclusión.

Estados Unidos, entendido como país y sociedad, gusta de auto-representarse como la tierra de la libertad, donde todo individuo puede mediante su esfuerzo alcanzar sus metas y cumplir sus sueños[1].

Se trata sin duda de una idea atractiva, que sirve tanto para alimentar la leyenda de los primeros pioneros y el mito de la nueva frontera, obviando el exterminio de los pueblos nativos, como para sustentar el mantra del mercado como espacio ultimo de desarrollo humano, donde si no compras no existes. Se trata sin duda de un discurso interesado y absolutamente necesario para mantener cierta apariencia de cohesión social a pesar de las profundas inequidades económicas que caracterizan la tierra de los hombres libres.

Sin embargo tal insistencia en los valores y virtudes de la libertad individual se ven de algún modo puestos en evidencia si uno toma en cuenta que el Estado Estadounidense priva a un numero ingente de ciudadanos y ciudadanas de esa misma libertad que pregona y recita. La tasa de encarcelamiento en Estados Unidos es una de las más altas de los países llamados industrializados[2]; sucesivas reformas legales muy especialmente modificaciones enmarcadas en la llamada guerra contra las drogas[3] y la consolidación de espacios de exclusión social ligada a la degradación de los centros urbanos han contribuido a una criminalización sistemática de determinados grupos poblacionales cuyo único denominador común es la situación de pobreza y exclusión[4].

La multiplicación de la población carcelaria a partir de mediados de los setenta enfrenta el sistema penitenciario estadounidense con un conjunto de problemas como el hacinamiento, consolidación de mafias carcelarias, corrupción de funcionarios...[5] que lejos de contribuir a un replanteamiento de los esquemas represivos o leyes excesivamente rígidas[6] empuja a las autoridades al enésimo salto represivo construcción de más y mayores cárceles durante los ochenta y, a principios de los noventa, el inicio de la explotación privada de centros penitenciarios[7]. El Estado delega en actores privados la ejecución del castigo (la rehabilitación ya no forma parte del resultado esperado). Es en este contexto donde hace su aparición la ultima generación de cárceles: las Supermax[8].

Si bien no existe una definición universal, las supermax se caracterizan por ser cárceles basadas en la segregación/aislamiento del preso para facilitar su control, normalmente ejercido a distancia.Si bien teóricamente este tipo de cárceles constituirían último recurso para aquellos penados cuya peligrosidad para el resto de internos y personal penitenciario es tal que no puede mezclarse con el resto de la población reclusa, en la práctica la mayoría de presos en este tipo de instalación son aquellos con más dificultad de integración en el contexto carcelario como enfermos mentales [9].

Los abusos en los centros penitenciarios estadounidenses en general y la violación a derechos humanos fundamentales que supone el régimen de aislamiento en solitario inherente a las Supermax han sido objeto de múltiples denuncias, informes y expresiones de condena durante la última década[10]. La presión de academia y sociedad civil organizada condujeron a la creación en 2005 de la Comisión sobre Seguridad y Abuso en las prisiones (CSAP) conformada por personalidades del ámbito judicial y legislativo que emitió un contundente informe denunciando el estado actual de las cárceles estadounidenses y la necesidad urgente de reformas. Adicionalmente la Corte Suprema en Sentencia Brwon vs Plata emitida el el 23 de mayo dictamino que las condiciones de hacinamiento en las cárceles californianas (algunos ejemplos gráficos[11]) eran tales que a violaciones de los derechos constitucionales de los penados[12].

Es en este contexto que estalla la revuelta, inicialmente con entre 50 y 100 internos en el centro de Pelican Bay[13] negándose a ingerir alimentos el 1ero de julio pero gradualmente extendiéndose a otros penales de California (entre 7 y 11), con actualmente cerca de dos millares presos en huelga de hambre. Las reclamaciones de los
huelguistas se resumen a cinco puntos:

1) Eliminar los castigos colectivos

2) La abolición de la política de delación y de modificar los criterios sobre pertenencia a grupos organizados[14]

3) Cumplir con las recomendaciones de la CSAP con respecto aislamiento en solitario de larga duración

4) ) Proporcionar una alimentación adecuada;

5) Ampliar y ofrecer programas constructivos y privilegios para los internos de duración indefinida SHU.

Las movilizaciones de los presos de Pelican Bay están siendo apoyadas en el exterior por un conjunto heterogéneo de organizaciones e individuos. Sin embargo se trata de un proceso complejo para conseguir atraer el apoyo y simpatía de la opinión pública al tratarse de una realidad incomoda. Una realidad, sin embargo, inherente al propio sistema y sociedad estadounidense: reflejo de sus contradicciones y prisioneros de sus miedos.