Un barrio de cárceles

Los barrios empobrecidos fueron los elegidos para acoger cárceles: invisibles para lxs privilegiadxs y completamente visibles en nuestro paisaje cotidiano. Ahora que se nos pretende transmitir que somos tan privilegiadxs como ellxs, alegres consumidores en una sociedad “democrática”, se apresuran a derribarlas sin dejar huella de la represión. Pero junto a la vieja cárcel de Carabanchel se erigen otras cárceles disimuladas para el barrio (CIE y centros de menores).

Capitalismo y cárcel

El capitalismo necesita cárceles para su funcionamiento. En una sociedad de clases, las elites propietarias precisan de personas que con su trabajo generen el beneficio que les hace ricos. Las cárceles, tal y como las conocemos, surgieron con el propósito de convertir a muchas personas pobres en trabajadorxs útiles para lxs capitalistas. La “reinserción” era la conversión de la persona en mano de obra barata. Pero la cárcel se inventó, sobre todo, para mostrar al resto de personas sometidas en el capitalismo lo que les podía pasar si no hacían “lo que es debido”: trabajar dócilmente para lxs ricxs y llevar una vida “normal” (bajo las normas).

Gracias a las cárceles, lxs propietarixs pueden controlar los salarios: existen como amenaza para quienes protesten y como fábrica de trabajadorxs baratxs. Las cárceles son necesarias para el capitalismo, además, porque consiguen dividir a la clase trabajadora por el miedo a entrar en ellas y por el rechazo social con el cual salen lxs presxs. Para lxs ricxs las cárceles son vitales para sostener una ideología clasista y racista.

Una nueva tendencia parece imponerse: las cárceles privadas funcionan en EEUU desde la década de 1980. Un suculento mercado de trabajo de más de dos millones de presos en régimen de esclavitud y una desviación de dinero público asegurada hacen que las empresas que gestionan cárceles privadas sean muy atractivas para los accionistas. Este modelo ya ha penetrado en Europa.

Ahora que el capitalismo se endurece (“crisis”, privatización de la sanidad, etc.), se recortan los derechos de lxs trabajadorxs y se necesita más seguridad y más control. Nos intentan hacer creer que quien pone en riesgo nuestra seguridad son peligrosxs delincuentes que están en las calles. Pero quienes nos roban no están en las calles ni en las cárceles, sino en los consejos de administración de los bancos y demás empresas. Quienes engordaron sus beneficios en el periodo de bonanza económica siguen haciéndolo a costa de despidos. Y si no ganan lo suficiente, el Estado les financia con el dinero público salido de los sacrificios económicos de lxs trabajadorxs. ¿Quién roba a quién?

Criminalización de la pobreza

Los medios de comunicación alertan sobre la cantidad de delitos cometidos por “los inmigrantes”, dando a entender que el origen de las personas determina sus comportamientos. Españolxs buenos – Inmigrantes malxs, como si de un partido se tratase. Sin embargo, estos medios nunca se refieren a las condiciones sociales de las personas que entran en las prisiones. Nada dicen de la clase social, porque eso nos obligaría a pensar que no se trata de un hecho natural (“la peligrosidad innata”, “los violentos”), sino que su entrada en prisión se produce por un sistema social profundamente injusto. Al fin y al cabo, la inmensa mayoría de quienes están dentro de las prisiones no han hecho nada distinto de quienes les encierran (robar, traficar, invertir, etc.). Su delito es que lo han hecho a pequeña escala.

Se dice que en España sale muy barato delinquir (“enseguida están en la calle”). Sin embargo, siendo uno de los Estados con menores índices de delincuencia es uno de los países con más población carcelaria de Europa (63.000 personas presas, tantas como los habitantes de una capital de provincia como Toledo). Mientras que las cifras de delitos apenas han aumentado en los últimos años (incluso ha habido años en los que han descendido), la población carcelaria ha ido creciendo a un ritmo vertiginoso como consecuencia del endurecimiento del código penal. Los homicidios han disminuido, pero se nos bombardea con noticias espectaculares sobre delitos de sangre, como el del “caso Mari Luz”, intentando hacernos creer que las calles son sitios muy peligrosos en los que faltan más policías.

La inmensa mayoría de lxs prsxs no está en prisión por delitos de violencia física, sino de supervivencia económica. Sin embargo, la violencia que supone que todos los días nos atraquen en el trabajo o en el centro comercial, los fraudes desde arriba o la desviación del dinero que pagamos todxs en los impuestos para que se vayan a manos privadas, no son consideradas delito. Julián Muñoz no es más que el ejemplo para mantener el mito de que los ricos también van a la cárcel, pero de gente como él están poblados los despachos de las empresas y las administraciones. Robo es lo de abajo, lo de arriba es “libre” mercado. Cuanto más se mueven los ricos y su dinero, más quietos deben quedar lxs víctimas sacrificales: lxs presxs.

Cárceles Vs. Personas

Las prisiones no pueden “reinsertar” a ninguna persona en la sociedad. Lxs presxs ya están en la sociedad: una sociedad que necesita cárceles. Lo que sí pueden hacer las cárceles es destruir la capacidad de convivir con el entorno. Las cárceles aíslan, nunca integran. Producen personas que una vez fuera no tendrán muchas más posibilidades que vivir en la ilegalidad.
Las torturas y los malos tratos en las cárceles están ocultos en los informativos. La población reclusa es representada como salvaje, inhumana, para así poder continuar en la expoliación de sus derechos y su dignidad. En los últimos años se ha incrementado el número de suicidios entre lxs presxs, que ya de por sí es mucho más alto que entre el resto de la población: el capitalismo carcelario ve cumplido así su objetivo, produciendo una muerte que no ensucia a lxs carcelerxs. Este es sólo uno de los síntomas de la destrucción de la persona en las cárceles: produciendo personas que olvidan vivir en libertad. Un ejemplo para todxs lxs demás.

Cada vez somos más quienes denunciamos la situación de lxs presxs del capitalismo.

¡¡Abajo los muros de las prisiones!!